El largo viaje de las drogas

La primera gran droga del siglo XIX fue la morfina, uno de los derivados del opio, que fue la droga más consumida en el extremo oriente y cuyo tráfico provocó guerras y conflictos políticos de alto nivel.
La morfina, creada como medicamento, fue utilizada en la guerra civil estadounidense y otros conflictos bélicos por su capacidad para calmar el dolor. Pronto, la morfina fue utilizada por médicos, terapeutas y personas de la bohemia.
Poco después y cinco veces más poderosa, fue creada la heroína por la entonces pequeña farmacéutica Bayer y vendida libremente en todos los continentes durante muchos años.

La cocaína es aislada por primera vez en 1859 por la farmacéutica Merck y pronto se comercializa a gran escala, vendida como “alimento para los nervios” y “cura para la tristeza”. El psicólogo Freud fue en su momento autoridad mundial sobre esta droga, considerada en aquella época una “panacea terapéutica”. Como derivado de la cocaína nace la Coca-cola, que pronto se hará famosa en todo el planeta.
Las drogas fueron experimentadas e incorporadas a sus obras por artistas, escritores e intelectuales, especialmente la marihuana y el hachís, derivados del cannabis.

Pronto en Estados Unidos las drogas se empiezan a ligar a grupos sociales pobres y grupos étnicos. Los negros son ligados a la cocaína, los latinos a la marihuana y los irlandeses al alcohol.

Mientras tanto los médicos y farmacéuticos lanzan una batalla contra curanderos y yerberos con el fin de consolidar un monopolio sobre la producción de drogas. Las compañías farmacéuticas alían con la ola de puritanismo para poder controlar los fármacos.

Con las drogas en las farmacias y droguerías no se dan sobredosis ni estímulo a la criminalidad. A mediados del siglo XX los consumidores son personas de la segunda y tercera edad, bien integrados social y laboralmente que comenzaron a consumir morfina y cocaína por recomendación médica.
El discurso sobre las drogas, que hasta entonces había sido controlado por las farmacéuticas, pasa a ser controlado por los jueces y policías, qué son los que deciden cuando y en qué cantidades se recetan drogas.

La cruzada contra la cocaína y los derivados del opio hace que la policía encarcele a miles de médicos y farmacéuticos. Rápidamente cambia el tipo de consumidor: ahora son usuarios más jóvenes y más empobrecidos, con antecedentes penales y ligados al mercado negro.
La ley seca que se aplicó entre 1920 y 1933 prohibiendo la venta y fabricación de bebidas alcohólicas mandó miles de personas a la cárcel, disparando la corrupción, las bandas organizadas y el contrabando. Provocó muertos por intoxicación debido a alcohol adulterado y lesiones permanentes como ceguera y parálisis.

La prohibición de las drogas en Estados Unidos y en el resto del mundo va a llenar las cárceles de consumidores de marihuana, heroína y cocaína, impulsando la adicción a las drogas y todo un negocio creado detrás de grandes intereses.

La prohibición creó al traficante y el traficante al adicto.
En los años 30 aparecen drogas como la anfetamina y la metanfetamina, artículos de venta libre en farmacias para la congestión nasal, el mareo, la obesidad, la depresión y la sobredosis de hipnóticos. Como estimulantes del sistema nervioso, son diez o veinte veces más fuertes que la cocaína y mucho más baratos. Se usan por soldados durante la segunda guerra mundial y luego por gente mayor, estudiantes y amas de casa bajo el lema: “dos pastillas son más eficaces que un mes de vacaciones”. Tiene adictos de todas las clases, por lo que no son condenados socialmente.

Luego aparecen los barbitúricos, pastillas que aturden y desinhiben, legales y de venta libre en todo el mundo: los consumidores tienen siempre un tarrito en su mesita de noche.

En los años 50 nacen sedantes para la ansiedad como el Valium o la Diacepán, que son recetadas a miles de personas de forma médica y que todavía se consiguen en las farmacias a pesar de su altísima adictividad y efectos secundarios.

El papel de la CIA es importantísimo para comprender el tráfico de drogas en el mundo, ya que el gobierno estadounidense se dio a la tarea de apoyar a gángsteres italianos contra los sindicatos comunidades de la época, además de proteger a las tropas anticomunistas en Asia Oriental. La situación de Vietnam obligó a los gringos a aliarse con narcotraficantes de la zona, lo que aprovechó la CIA para exportar heroína a Estados Unidos.

Los primeros grandes traficantes de cocaína fueron altos funcionarios del gobierno de Batista en el exilio, o sea, anticastristas que huyeron a Miami y otras ciudades gringas. Durante la revolución sandinista, los gringos establecen el nexo con la Contra nicaragüense, financiada por carteles colombianos a cambio de introducir en la Yunai avionetas cargadas de cocaína.

Una gran parte de la producción y el tráfico están en manos de grupos “antisubversivos” financiados por los gringos y quienes se lucran no son indígenas ni campesinos, y ni siquiera se benefician las economías nacionales, porque una política de represión selectiva liquida en cada país el pequeño tráfico y la producción artesanal, consolidando precios de monopolio para las cúpulas de los ejércitos y la policía en toda Latinoamérica.

Desde los años sesenta, el director de la DEA -oficina de control de drogas en Estados Unidos afirmó que para luchar contra las drogas es necesario reducir su pureza y elevar el precio. Esta estrategia del represor coincide curiosamente con la conveniencia del narcotraficante, que se llena los bolsillos cuando la droga está mezclada y cara.
De hecho, la adulteración de las drogas para el mercado callejero provoca cualquier cantidad de muertes de adictos: el mercado de heroína muy impura multiplica por cien el número de muertes atribuidas a sobredosis. Esto se debe no tanto a la droga en sí sino a las sustancias químicas utilizadas para “el corte” del producto.

Durante los años 80, mientras las políticas neoliberales disparan la pobreza y ensanchan las desigualdades sociales, creando focos de miseria en las ciudades, los gobiernos y los medios de comunicación señalan a las drogas como una “plaga apocalíptica” y las responsabilizan de la inseguridad creciente.

De esta forma, al mismo tiempo que el negocio de la cocaína se consolida en todo el mundo gracias a la prohibición, se comienzan a desarrollar los derivados o también llamados drogas de diseño. Estos quimicazos como la piedra o crack, que son tanto analgésicos como estimulantes, nacen de la prohibición, a diferencia de las otras drogas que primero fueron legales y luego restringidas.

Son sustancias descubiertas por químicos y ensayadas en laboratorios o cocinas domésticas antes de ser lanzadas al mercado negro, como una respuesta de los traficantes a la cruzada contra las drogas. El tráfico clandestino está monopolizado (gracias a servicios secretos, ejércitos y policías) y crea drogas mucho menos puras y por eso más tóxicas.
La piedra, por ejemplo, que es cocaína cocinada con bicarbonato, resulta mucho más potente y barata que la cocaína, y por lo tanto más accesible para los pobres que cada día se multiplican en América y el mundo.

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